viernes, 24 de abril de 2015

Doctor, ¡me duele debajo de los dedos!


¿Qué sucede en el pie cuando una persona viene a la consulta del podólogo y dice que le duele debajo de los dedos, en toda la planta, y en el talón? A priori se puede afirmar que son tres cosas diferentes, pero en realidad hay un nexo de unión entre ellas que puede explicar todo esto: la alteración de equino funcional de tobillo. Bueno, mejor dicho, en este caso concreto que se va a exponer, esa fórmula ha funcionado, ¡que ya es bastante!

Empecemos por el principio: ¿qué es eso de un equino funcional de tobillo? El tobillo es la articulación que se establece entre el final de la tibia y el peroné con el cuerpo del astrágalo, como se ilustra en la imagen. 



Esta articulación puede realizar, entre otros, los movimientos de extensión / flexión dorsal y de flexión / flexión plantar. Para realizarlos, el tobillo ha de partir de una posición en la que el pie guarde una relación de 90º con la pierna. Ampliemos un poco más esto: a partir de esta posición, 90º pierna-pie, el tobillo realiza los dos movimientos.



Pues bien, cuando el tobillo no puede realizar el movimiento de flexión dorsal, o lo que es lo mismo, acercar los dedos del pie hacia la pierna partiendo de esta posición de 90º, estamos delante de un pie equino funcional. Generalmente se suele deber a que los músculos gemelos son más cortos de lo habitual. Para que no nos perdamos sobre los gemelos, son los dos músculos iguales que tenemos detrás de la pierna y acaban en el conocido Tendón de Aquiles, en la parte posterior del hueso del talón, ese que ha sido bautizado por los profesionales sanitarios como el Calcáneo.


¿Qué sucede entonces con esto? Respuesta sencilla (espero): si en las condiciones normales mencionadas, ya saben, 90º pierna-pie, el peso del cuerpo que soportan los pies se reparte de forma equitativa entre talón y antepié, (parte delantera del pie), cuando sucede el equino, como el tendón de Aquiles eleva el talón, aumentan los 90º entre la pierna y el pie y el antepié se carga más. Sí, lo ha entendido bien, aguanta más peso; el que le toca, y el que se ha quitado de encima el talón al elevarse, cosa que por cierto también sucede cuando se usan tacones elevados, o si no que se lo pregunten a las mujeres que lo usan.

                           

Y ahora viene cuando uno elucubra y se saca de la manga un diagnóstico para darle una explicación a la señora que ha venido a la consulta que responda a su problema: el dolor en la zona del antepié, en el talón y en la planta. La respuesta es esta, a ver si cuela: por culpa de que los gemelos están cortos, el talón se ha elevado, la fascia plantar se ha estirado y gran parte del peso se ha desplazado hacia los metatarsianos. Ay, ¡perdón! Quería decir la parte de delante del pie. Y por lo que acabo de leer también se me ha colado otra palabra poco frecuente, la fascia plantar. Sí, es ese tejido que cubre toda la planta del pie, desde el hueso del talón / Calcáneo (donde provoca el espolón de calcáneo) hasta los dedos.

¿Cómo solucionamos este desaguisado? Pues tenemos que idear un plan terapéutico que en uno solo cubramos todo. El problema principal es el dolor bajo los dedos (si ahora nos ponemos más finos, bajo las cabezas metatarsales). Y los secundarios son el dolor en la fascia y en el talón. Digo principal y secundarios porque me apoyo en que la señora ha venido a la consulta por el dolor en esa localización. Entonces, tomo ese como principal aunque lógicamente trate de actuar sobre los otros. 

Para el equino del tobillo hay dos opciones: o bien se le aumenta la altura del tacón en el zapato que usa  y así se compensa una cosa con la otra, cosa nada  recomendada, o bien se coloca una talonera bajo el talón. ¡Error! ¿Que por qué? Pues porque tenemos todas las papeletas del sorteo para que los músculos gemelos todavía se acorten más. Así que desechamos esta opción.

Opción 2. Aumentar la altura del puente para así relajar la fascia plantar mediante una plantilla. Para mi experiencia clínica vuelve a ser un error. Si se hace esto, se le está quitando al pie su capacidad natural de adaptarse al suelo en cada paso, eso que estudié en la Universidad bajo el pseudónimo de función adaptativa del pie, y que al común de los mortales les va a sonar como pronación. Si el pie no prona, mal vamos. 

Así que me inclino por la opción 3, que es la que mejor me ha funcionado: descargar la zona de dolor que manifiesta la señora y controlar la pronación. Así, indirectamente, relajo la tensión de la fascia plantar y reduzco el grado de equinismo del tobillo. Es decir, intento que el pie funcione lo más aproximado a los 90º con la pierna. Y este es el resultado.



Dicho todo esto, como siempre, podemos tener la mejor idea del mundo a la hora de afrontar un tratamiento, y sobre todo en el área de ortopodología. Podemos hacer el mejor tratamiento, pero la última palabra la va a tener el paciente. En este caso, la señora Marta (nombre figurado) tuvo una buena impresión. Cuando se realice el control se valorará si se ha cumplido el objetivo del tratamiento: reducir o eliminar el dolor y restablecer así el apoyo del pie.